Para hablar de la historia del Polo en México hay que tomar en cuenta la del Jockey Club de México, fundado en 1881. El Club tenía su sede en la Casa de los Azulejos y la importancia social y política de esta asociación era indiscutible; sus miembros eran algunos de los líderes políticos y económicos de la República. Solo por mencionar unos nombres: Manuel Romero Rubio (suegro de Porfirio Díaz), Pedro Rincón Gallardo, José Yves Limantour, Pablo Escandón. La misión del Club era fomentar el mejoramiento de los caballos así como controlar las carreras.

La llegada del Polo a México se atribuye a los hermanos Pablo y Manuel Escandón (en particular a este último), quienes asistieron a un juego en Newport, Estados Unidos y de esa primera experiencia surgió la intención de jugar Polo en México.

En una etapa inicial, jugadores civiles practicaban en el primer Club del país que formaba parte del Jockey Club de México y entre los jugadores pioneros estaban los propios hermanos Escandón, Carlos Rincón Gallardo y Romero de Terreros, también considerado Padre de la Charrería.

Los primeros campos de Polo en la Ciudad de México se ubicaron en los terrenos de la propiedad de la familia Escandón-Barrón en Tacubaya, que incluía lo que hoy es la casa de la Embajada de Rusia y en el Hipódromo Condesa (hoy Colonia Condesa). El primer evento periódico del Polo mexicano era el Juego de Navidad que se llevaba a cabo anualmente en terrenos del Hípico Francés.

Fue hasta 1895 que se produce la primera gran victoria internacional de un equipo integrado por mexicanos, cuando los hermanos Escandón ganan el abierto de París.

El equipo mexicano de Polo ganó su primer presea de bronce en los Juegos Olímpicos de París 1900. Fue un trofeo de tercer lugar.

Mientras las personalidades sociales se calzaban las botas y aprendían a tomar el mazo, las fuerzas armadas se apropiaron de los campos. Al país empezaron a llegar ejemplares argentinos, monturas de fuerte osamenta y porte, perfectos para ver surgir a los maestros del juego como Alberto Ramos Sesma. Todos gracias al general Joaquín Amaro Domínguez que impulsó el polo.

El Maximato estaba en su apogeo y la revolución había quedado atrás; el Campo Marte era el favorito de los locales y en la Revista Militar Deportiva se anunciaba la inauguración de la temporada 1930-1931 y la primera copa “Presidente de la República”.

Los grandes nombres del polo provenían del ejército, como Alberto Ramos Sesma, Julio Mueller, y Silvano Barba, que llegó a dirigir la Federación Mexicana de Polo y años después logró que se instalara el Campo de Polo de Echegaray, en el Estado de México.

Llegaron los Juegos Olímpicos de 1936 en Berlín. La fiesta del deporte y la unidad se jugó en el marco del nazismo, con Hitler como canciller de Alemania, y los mexicanos se hicieron presentes.

Los capitanes Alberto Ramos Sesma, Juan Gracia Zazueta, Miguel Zavalgoitia, y Antonio Nava Castillo, integraron la escuadra mexicana junto a Julio Mueller, quien encabezó al equipo y para poder participar en la justa fue nombrado mayor auxiliar.

Se trataba de un equipo fuerte que primero dio la cara ante las escuadras de Argentina e Inglaterra, y luego disputó el bronce ante Hungría.

La Segunda Guerra Mundial ensombreció el juego. El polo no es deporte de tiempos austeros y su popularidad se iba a pique en el resto del mundo, pero no en México. Aquí, el presidente Ávila Camacho, que mucho disfrutaba de un buen encuentro de polo, encabezó mejoras al Campo Marte, que brevemente fue conocido como Parque Anáhuac, y en 1941 dio inicio la Copa Camacho.

Para aquel entonces, el apellido Gracida ya comenzaba a generar expectativa. No se puede hablar del apellido Gracida sin contar su historia con Ávila Camacho. El primero fue Gabriel Gracida Jaramillo, jinete, charro, cuidador y entrenador de caballos de salto, quien trabajaba directamente con las monturas de ÁVila Camacho.

El linaje Gracida continuó con Rubén “Pato”, Gabriel “Chino”, Alejandro “Cano”, José “Pep”, Enrique “Dumbo”, y Guimmermo Gracida Hoffman, este último, subteniente del ejercito que nos dió más de una gloria deportiva.